lunes, 15 de abril de 2013

MI SILLA VACÍA.

¿Qué es la silla vacía? No puedo, ni quiero hacer una aproximación teórica de lo que es, sino que me interesa más hablar de la silla vacía desde mi experiencia dentro de mi proceso personal y mi terapia.

En algunas sesiones y ante algunos temas que me inquietan o en los que ando bloqueada (aunque no conozco el criterio exacto), mi terapeuta se levanta de su silla para sentarse en una tercera dejando frente a mí un espacio vació,  una silla, un lugar que pronto estará ocupado. En ese momento me invita a expresar, entablar un dialogo con esa inquietud, es entonces cuando pienso y digo: no sé hacerlo, lo voy hacer mal; para acabar pensando en: qué vergüenza que tengo que hablar sola.

Titubeo un rato, mis primeras palabras son bajitas hasta que el vació de enfrente cobra sentido, toma forma, suele aparecer una parte de mí, a veces es abstracto otras es más clara. Con cautela aun, se me invita a sentarme al otro lado y contestar a esas primeras palabras temerosas, es aquí cuando siento que todo empieza a fluir, ya me da menos vergüenza y las palabras salen solas sin mucha elaboración en mi cabeza; es como una parte más irracional. Esto me da paso a volver a mi silla anterior la que ocupo todas las semanas pero ahora está más relajada dentro del dialogo y puede conversar. A menudo se establece en mí una polaridad de la que suelo asustarme por ver un lado muy tirano conmigo, bastante desconocido hasta ahora, y una niña que reclama atención y mimos. Mi niña quiere ser espontanea, egoísta  juguetona, incluso picara, por no decir  un poco "hija puta"; pero la que se sienta cada semana dice, No, has de ser buena niña, caer bien, gustar, amable, sufrida, sacrificada si quieres que te quieran. Podéis imaginar cómo se siente la niña, como todo niño, anhela que la quieran; ¿quién gana la batalla?
Hace muchos años la batalla no existía porque a esa niña no se la dejaba hablar, ahora no importa quién gana, ahora importa que la niña habla, se queja y patalea, como cuando veo a mi hijo o un niño con la rabieta.

Mi silla más dura.

Tal vez os resulte extraño tanto como lo fue para mí. Tengo terror a morir y donde más se esclarece esto es en mi miedo a volar, es irracional, no atiende a argumentos, es la situación en la que mi mente no puede escapar a su mundo de fantasía y tiene que reconocerse como mortal. 
Este miedo me llevo a dialogar, en la silla vacía, con la muerte, os parecerá tan extraño como a mí pero, enfrente tenía ni más ni menos que a la parca negra. Pasmosamente esta no fue como yo creía, apenas me prestó atención en el dialogo y se partió de risa; lo curioso es que esa figura abstracta de la muerte no dejaba de ser yo misma, lo que me permitió escuchar una parte de mí que no había querido oír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario