jueves, 30 de mayo de 2013

Un baño de amor ...


Quiero compartir este vídeo que me han enviado, es cautivador y evocador de un profundo amor y una gran ternura.
Cuando lo veo me hace sentir en paz, es como volver al vientre de nuestras madres. 



lunes, 27 de mayo de 2013

Mi parto inesperado


Escribir el nacer de mi hijo es algo que me ha supuesto 19 meses; en ese tiempo me he castigado, culpado y resignado lo suficiente. Ahora quiero compartirlo sin miedo a juzgarme, con la esperanza de poder ayudar alguien o simplemente le guste un relato ameno, tal vez,  es demasiada pretensión.


Hacia una semana que había salido de cuentas, era un martes por la noche, al día siguiente tenía que ir a monitores, a las 4.00 de la madrugada rompí aguas en la cama. Me levante inquieta al saber que era el momento, me duche y me vestí como puede, ya que a pesar de todo por mis piernas seguía cayendo chorros de liquido amniótico, mientras mi chico preparaba la bolsa de las cosas necesarias para el hospital.
Sentada en el coche me percate de que estaba teniendo contracciones cada cuatro minutos aproximadamente; estas no eran nada dolorosas y me tranquilizaba ver que eran constantes pero no aumentaban de intensidad.
Llegue al hospital Infanta Sofía de Madrid, que había elegido dentro del sistema público, por llevar a cabo partos respetados (alguien debería explicarles que es un parto respetado). Lejos de la realidad empezó una sucesión de hechos que no esperaba.
Entre en urgencias, me separaron de mi pareja y me llevaron a monitores; allí me invitaron a ponerme un camisón  tumbarme para examinarme y ponerme las vías intravenosas, como indica el protocolo en los hospitales, diagnostico: 2 cm de dilatación con rotura de aguas limpias.
Me llevaron al paritorio donde pude reunirme con mi pareja, para entonces yo ya estaba de los nervios, verle me alivió. Vino una auxiliar que me explico que me pondrían un enema para limpiarme, la idea no me resultaba atractiva pero la vergüenza de que pudiese vaciar mis intestinos en pleno parto me gustaba menos. Como veréis no preguntan, explican. Al rato vino la matrona y me puso el goteo, una vez mas no pregunto, esta vez tampoco explicó; le tuve que preguntar para saber que, aquella mujer, matrona, había decidido acelerar mi dilatación con oxitocina. Para entonces habían pasado ya unas tres horas desde que rompí aguas y como podéis observar las contracciones no eran las protagonistas pero ahora estaban dispuestas a ganar el Goya, pues en cuestión de minutos la frecuencia, la intensidad y el dolor era insoportable.
Cuando pienso en ello, me atormenta no haber sido capaz de parar, de decirle a aquella mujer que NO, no quiero oxitociana; la conocía, había leído sobre ella, sabía el efecto que tiene sobre el cuerpo. No fui capaz, sentí miedo, vergüenza,  me paralice, me conforme, no pelee (me enseñaron que pelear es de malos y con los médicos saben más que yo). Y así mi dolor fue en aumento y no lo soportaba. Pedí la analgesia epidural y me pusieron la vía para administrarla, el primer bombeo fue un alivio, suspire y le dije a mi chico, "no he podido yo sola", él me beso y me acompaño. La matrona me dijo que me tumbará lateralmente y que doblara una rodilla. Creí que estaba solucionado, solo cabía esperar, que ilusa fui, empezó mi infierno.
El dolor no desapareció solo se reubicó en la zona lumbar, me retorcía, lloraba, sentía indefensión ante aquel dolor que no desaparecía, pedía más y más analgesia, hasta quedarme traspuesta. Perdí la noción del tiempo, no sentía las contracciones y mi chico me tenía que avisar para poder empujar, me agotaba no tener el control. Tras tres horas de dilatación máxima el miedo a acabar en cesaría me invadía. Tras 11 horas en el hospital, llego el momento de dar a luz, empuje con todas mis fuerzas, mientras un tipo se me subía en la tripa; un último empujón con la sensación de faltarme el aire y mi peque salió. Tuvieron el detalle de ponérmelo sobre el pecho inmediatamente, fue lo más maravilloso.

No es el parto que yo esperaba, ¿fue natural? Pues no hizo falta la cesaria pero natural tampoco, lo más doloroso es no haber sentido como nacía, no haber conectado con la mí parte instintiva y natural. Fue como un ciego en un museo.

viernes, 10 de mayo de 2013

Yo me veo, pero cuando los demás me ven, dejo de verme


"Yo me veo pero cuando los demás me ven, dejo de verme".


Esta frase podría resumir muy bien como me siento últimamente y me atrevería a decir como ha sido toda mi vida. La expresión salió en una de las sesiones de terapia, y creo que aun intento digerirlo, porque es la forma más absurda o, tal vez, cruel de boicotearme.
Explico el contexto: en el último año me he sentido y me siento perdida, concretamente en el ámbito laboral. La maternidad y mi dedicación a ella exclusiva ha puesto en un brete mi camino profesional, que sumado a mis más recónditos diablos de inseguridad, lo hacen casi intransitable.
Es hora de volver al mundo laboral y os puedo asegurar que no tengo ni idea de hacia dónde ir, por un lado volver a mi trabajo de antes me produce una enorme inseguridad pero además desde que soy madre me cuestiono mucho si realmente quiero volver; por otro lado, la maternidad me ha enseñado una parte de mí que me gusta y a la que me gustaría encaminarme: la crianza natural. Pero como en todo hay muchas formas: doulas, madres de día, etc. ¿Donde cuadro yo en todo esto? Ni idea…
En estos momento para mí es muy complejo discernir que es fantasía y deseo, y por tanto, más difícil aun decidir hacia dónde ir.
Muchos pensareis en lo absurdo de la situación pero cuando te has sostenido toda la vida del reconocimiento externo, cuando lo ves tan claro, todo se complica. Y es aquí donde aparece el "yo me veo pero  cuando los demás me ven, dejo de verme". La paradoja está servida en frío  tengo una idea pero necesito la aprobación del otro, cuando la obtengo, ya no vale la idea, ya no me alimenta, me hago chiquitita, lo vivo como una expectativa sobre mi persona, siento que se me va a juzgar y eso me angustia, pienso en la decepción del otro, me paro, me bloqueo, y en ese proceso me olvido de mí. 
Me resulta curioso y doloroso ver como esto fluye y aun poniendo conciencia, siento que no avanzo.

jueves, 9 de mayo de 2013

Jugar con la comida



Antes de nacer mi hijo tenía claro los beneficios de la experimentación con la comida y con los utensilios correspondientes (platos, vasos, cucharas...), podía asegurar que lo llevaría a la práctica cada día, de hecho no entendía que otras mamas no dejasen a sus hijos comer solos, o que cuando lo hacían era de forma dirigida y no libre. Pero lo bueno de la maternidad son los bofetones de realidad que te das; al menos sirven para bajarnos a la tierra.


La primera vez que empiezas a dejar a tu hijo frente al plato se le ilumina la cara, empieza el ritual de meter las manos, dejar caer el puré en gotitas, luego observar como cae fuera del plato, pintar con él sobre la mesa, pintarse la cara, dejar caer al suelo, etc. Si lo pensamos fríamente y nos ponemos es su pellejo debe ser una pasada poder hacerlo, un experiencia brutal para el niño y casi terapéutico si lo hiciese un adulto. 
Pero el proceso del adulto es otro, al menos el mío: algo empieza a revolverse en las tripas, una sensación extraña, a veces llega al pecho, dejas de ver la cara de tu hijo y empiezas a pensar en lo cansada que estas y lo mucho que vas a tener que limpiar, por otro lado ves que ese rico puré que le has hecho a tu hijo va acabar en el suelo en vez de en su estomago y ya sabemos cómo nos preocupa el tema de comer a las madres. 
La pregunta es ¿Por qué me pasa esto? Estas situaciones las he vivido como una incongruencia, entre la teoría y lo que me removía la práctica. Toda la vida he escuchado mensajes como "con la comida no se juega", "no ensucies ni te manches cuando comes", "usa bien los cubiertos..." y aunque a muchos nos parecen sin importancia no ha sido hasta ahora cuando he visto como han calado en mí, porque personalmente creo que la dificultad a la hora de llevar a la práctica algo en lo que creo racionalmente es que yo seguramente no he tenido esa libertad y me cuesta renunciar a mi aprendizaje más básico. 
Por suerte, cuando somos madres construimos un nuevo aprendizaje, ahora le doy importancia a los mensajes maternos y paternos en los niños por muy livianos que parezcan y ahora acepto mi malestar ante el juego con la comida, esto me ayuda a respirar y dejar experimentar a mi hijo pero también a no sentirme culpable cuando no lo hago porque se lo puedo explicar desde mí y no desde el bien y el mal..