Antes de nacer mi
hijo tenía claro los beneficios de la experimentación con la comida y
con los utensilios correspondientes (platos, vasos, cucharas...),
podía asegurar que lo llevaría a la práctica cada día, de hecho
no entendía que otras mamas no dejasen a sus hijos comer solos, o que
cuando lo hacían era de forma dirigida y no libre. Pero lo bueno de
la maternidad son los bofetones de realidad que te das; al menos sirven para
bajarnos a la tierra.
La primera vez que
empiezas a dejar a tu hijo frente al plato se le ilumina la cara, empieza el
ritual de meter las manos, dejar caer el puré en gotitas, luego
observar como cae fuera del plato, pintar con él sobre la mesa, pintarse la
cara, dejar caer al suelo, etc. Si lo pensamos fríamente y nos
ponemos es su pellejo debe ser una pasada poder hacerlo, un experiencia brutal
para el niño y casi terapéutico si lo hiciese un adulto.
Pero el proceso del adulto es otro, al menos el mío: algo empieza
a revolverse en las tripas, una sensación extraña, a veces
llega al pecho, dejas de ver la cara de tu hijo y empiezas a pensar en lo
cansada que estas y lo mucho que vas a tener que limpiar, por otro lado ves que
ese rico puré que le has hecho a tu hijo va acabar en el suelo en vez
de en su estomago y ya sabemos cómo nos preocupa el tema de comer a las
madres.
La pregunta es ¿Por qué me pasa esto? Estas situaciones las he
vivido como una incongruencia, entre la teoría y lo que
me removía la práctica. Toda la vida he escuchado mensajes como
"con la comida no se juega", "no ensucies ni te
manches cuando comes", "usa bien los cubiertos..." y aunque a
muchos nos parecen sin importancia no ha sido hasta ahora cuando he visto como
han calado en mí, porque personalmente creo que la dificultad a la hora de
llevar a la práctica algo en lo que creo racionalmente es que yo seguramente no
he tenido esa libertad y me cuesta renunciar a mi aprendizaje más básico.
Por suerte, cuando
somos madres construimos un nuevo aprendizaje, ahora le doy importancia a los
mensajes maternos y paternos en los niños por muy livianos
que parezcan y ahora acepto mi malestar ante el juego con la comida,
esto me ayuda a respirar y dejar experimentar a mi hijo
pero también a no sentirme culpable cuando no lo hago porque se lo
puedo explicar desde mí y no desde el bien y el mal..
Voy a dar mi opinión y me gustaría primero aclarar que lo hago desde el corazón y con mucho respeto.
ResponderEliminarPersonalmente creo que tu instinto te indica bien. Es mejor que los niños no juegen con la comida por una razón muy simple. Todo crea precedente y lo que se repite con frecuencia se convierte en un hábito.
Hay cosas que nos han enseñado nuestros abuelos y padres que son muy positivas y sin duda, no jugar con la comida es una de ellas.
Hay muchas formas de crear un espacio similar de experimentación que puede usarse muchas veces sin necesidad de tener que tirarlo: Bandejas con piedras pequeñas, arena, jugar con agua y muchas más.... Todas son actividades con las que los niños disfrutan igual y no son alimentos que después hay que lanzar irremediablemente.
Es muy positivo diferenciar la hora de comer de la hora de jugar y experimentar, es una cuestión básica de supervivencia para los niños y para los padres :)
Un abrazo,
Claudia Díaz
www.jugarijugar.com
Querida Claudia, agradezco y respeto tu opinión. Sin embargo, creo que los niños pueden aprender cuales son los espacios de forma natural con su crecimiento. Cuando me refiero a jugar con la comida(y pido perdon si no se entiende bien) no me refiero a una falta de limites claros en cuanto al espacio; sino que un bebe que empieza con la alimentación complementaria necesita tocar y experimentar aquello que come y creo que además es una necesidad antropológica de supervivencia el tocar, oler...Plantearse con un bebe de apenas un año que experimentar o jugar con la comida sienta precedente, es como no hacer colecho por miedo a que con veinte años siga durmiendo con nosotros. Todo en los niños tiene su momento para ser explicado y entendido. También comentar que no es mi intención desvalorizar las enseñanzas de abuelos y madres, pero creo que es importante cuestionarse de donde nacen y cual es el objetivo de ellas.
ResponderEliminarUn abrazo