lunes, 27 de mayo de 2013

Mi parto inesperado


Escribir el nacer de mi hijo es algo que me ha supuesto 19 meses; en ese tiempo me he castigado, culpado y resignado lo suficiente. Ahora quiero compartirlo sin miedo a juzgarme, con la esperanza de poder ayudar alguien o simplemente le guste un relato ameno, tal vez,  es demasiada pretensión.


Hacia una semana que había salido de cuentas, era un martes por la noche, al día siguiente tenía que ir a monitores, a las 4.00 de la madrugada rompí aguas en la cama. Me levante inquieta al saber que era el momento, me duche y me vestí como puede, ya que a pesar de todo por mis piernas seguía cayendo chorros de liquido amniótico, mientras mi chico preparaba la bolsa de las cosas necesarias para el hospital.
Sentada en el coche me percate de que estaba teniendo contracciones cada cuatro minutos aproximadamente; estas no eran nada dolorosas y me tranquilizaba ver que eran constantes pero no aumentaban de intensidad.
Llegue al hospital Infanta Sofía de Madrid, que había elegido dentro del sistema público, por llevar a cabo partos respetados (alguien debería explicarles que es un parto respetado). Lejos de la realidad empezó una sucesión de hechos que no esperaba.
Entre en urgencias, me separaron de mi pareja y me llevaron a monitores; allí me invitaron a ponerme un camisón  tumbarme para examinarme y ponerme las vías intravenosas, como indica el protocolo en los hospitales, diagnostico: 2 cm de dilatación con rotura de aguas limpias.
Me llevaron al paritorio donde pude reunirme con mi pareja, para entonces yo ya estaba de los nervios, verle me alivió. Vino una auxiliar que me explico que me pondrían un enema para limpiarme, la idea no me resultaba atractiva pero la vergüenza de que pudiese vaciar mis intestinos en pleno parto me gustaba menos. Como veréis no preguntan, explican. Al rato vino la matrona y me puso el goteo, una vez mas no pregunto, esta vez tampoco explicó; le tuve que preguntar para saber que, aquella mujer, matrona, había decidido acelerar mi dilatación con oxitocina. Para entonces habían pasado ya unas tres horas desde que rompí aguas y como podéis observar las contracciones no eran las protagonistas pero ahora estaban dispuestas a ganar el Goya, pues en cuestión de minutos la frecuencia, la intensidad y el dolor era insoportable.
Cuando pienso en ello, me atormenta no haber sido capaz de parar, de decirle a aquella mujer que NO, no quiero oxitociana; la conocía, había leído sobre ella, sabía el efecto que tiene sobre el cuerpo. No fui capaz, sentí miedo, vergüenza,  me paralice, me conforme, no pelee (me enseñaron que pelear es de malos y con los médicos saben más que yo). Y así mi dolor fue en aumento y no lo soportaba. Pedí la analgesia epidural y me pusieron la vía para administrarla, el primer bombeo fue un alivio, suspire y le dije a mi chico, "no he podido yo sola", él me beso y me acompaño. La matrona me dijo que me tumbará lateralmente y que doblara una rodilla. Creí que estaba solucionado, solo cabía esperar, que ilusa fui, empezó mi infierno.
El dolor no desapareció solo se reubicó en la zona lumbar, me retorcía, lloraba, sentía indefensión ante aquel dolor que no desaparecía, pedía más y más analgesia, hasta quedarme traspuesta. Perdí la noción del tiempo, no sentía las contracciones y mi chico me tenía que avisar para poder empujar, me agotaba no tener el control. Tras tres horas de dilatación máxima el miedo a acabar en cesaría me invadía. Tras 11 horas en el hospital, llego el momento de dar a luz, empuje con todas mis fuerzas, mientras un tipo se me subía en la tripa; un último empujón con la sensación de faltarme el aire y mi peque salió. Tuvieron el detalle de ponérmelo sobre el pecho inmediatamente, fue lo más maravilloso.

No es el parto que yo esperaba, ¿fue natural? Pues no hizo falta la cesaria pero natural tampoco, lo más doloroso es no haber sentido como nacía, no haber conectado con la mí parte instintiva y natural. Fue como un ciego en un museo.

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