martes, 9 de abril de 2013

VIDA Y MUERTE; Desde lo natural

A mi tía Fernanda...



Esta semana perdí a mi tía, tenía 61 años, una enfermedad degenerativa se la llevó. A pesar de su juventud y  del dolor, en este caso la muerte la viví como un mal menor tras meses de una reducción considerable de su calidad de vida y una agonía final en el hospital.

Decidí desde la conciencia más absoluta que quería que mi hijo fuese al tanatorio y al entierro, a sabiendas de que despertaría ciertos juicios, los más allegados me lo hicieron saber, los menos, nos los hicieron llegar con sus miradas: "pero hija, este no es sitio para los niños". Claro que no es un sitio para niños, no le llevo todos los días a mi hijo a visitar uno, como si fuese un parque infantil, es un sitio donde están sus padres, abuelos, tíos y más familia despidiéndose de su ser querido; "se va asustar si ve a tanta gente triste y llorando", en este caso, no sé quien se asusta más, si los niños por ver a alguien llorar o los mayores que se sienten vulnerables ante los niños. Es de sentido común que un entorno donde las muertes son constantes como los conflictos militares no es lo más apropiado para un niño, pero este no es el caso. 
Considere importante que mi hijo viviese esto con la naturalidad que a mí no me enseñaron, algo que arrastro en mi día a día de forma más evidente de la que me gustaría  y digo naturalidad porque creo que un niño puede ver que perdemos a los seres queridos, que esto nos produce dolor, tristeza, llanto, y que con el tiempo seguimos con nuestra vida,  volvemos a sonreír y a vivir . 
Nuestros hijos también lloran,  están tristes y  les duelen cosas. Además, vivir la muerte como parte de la vida es una forma de aprender que debemos estar en el ahora y eso es algo que nuestros hijos nos lo enseñan a diario, mientras como dice mi terapeuta los que tenemos miedo a morir, tenemos miedo a vivir.

Intente explicar porque creía importante que estuviese allí  pero de poco sirvió, si algo estoy aprendiendo es que oír no es lo mismo que escuchar. No seguí intentando explicarme, y decidí no escuchar para centrarme en despedirme de mi tía y en poder explicar a mi hijo cuando me veía llorar que "mama esta triste".


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